Casualmente, también fue el martes -como hoy- 25 de febrero de 1975 cuando salió a la venta el disco de 45 rpm (los llamábamos «sencillo») que contenía la canción «El preso».
Es decir, hoy se cumplen 50 años de «El preso». El lado B de aquel disquito que traía «Los charcos». Iba a ser un vallenato, así lo pensó su autor, el querido, mamagallista e inolvidable Álvaro Velásquez Balcázar, un bellanita bueno como el pan que le dedicó la vida a poner a bailar a la gente.
La composición
Velásquez escuchó la historia de un preso colombiano, durante una gira del Combo de las Estrellas por EE UU y Canadá y en una hojita de bloc de esas que ponen en los escritorios de los hoteles, escribió un par de versos.
Álvaro le mostró esa composición al legendario Gildardo Montoya, conocido por sus «raspitas parranderas» pero una fiera en la producción de Codiscos. Y el hombre lo mandó para la competencia, a Discos Fuentes porque en esta tenían a Fruko que era el hombre para hacer de ese vallenato una salsa, que era lo que le parecía a Montoya.
«Píper Pimienta» rechazó cantarla porque «ya había terminado» (el turno). Así que entre los productores Hernán Colorado e Isaac Villanueva (famoso por producir el sonido vallenato colombiano) y Fruko y su tío, el grabador Mario Rincón, le dieron camino a la canción (dicho sea de paso «El preso» es un nombre que le puso Gildardo Montoya, porque el tema venía sin título).
El productor y arreglista en Discos Fuentes, Luis Carlos Montoya, lo convirtió en un tema de salsa, le agregó un poquito de letra y le hizo los coros. Lo siguiente fue llevárselo al pianista tolimente Hernán Gutiérrez, muy caprichoso (según lo recordaba Álvaro Velásquez) quien lo primero que dijo fue «eso tiene un arreglo muy jopo»: no le gustó.
La voz que lo inmortalizó
«Jopo» y todo, el disco se hizo como quería Luis Carlos Montoya. La cantó Wilson Manyoma Gil, Q.E.P.D. Dicen que Joe Arroyo, la súper estrella de Fruko, no estaba, así que la prueba de voz la hizo Manyoma y a la postre resultó grabándola. «El preso» cantaba el drama que le contó un colombiano, Gustavo Gómez, a Álvaro Velásquez.
Pero, en Colombia, en América Latina, era el drama de miles de personas presas de regímenes que solo han conocido el castigo de mazmorras inhumanas donde nadie se rehabilita y de sus familias que los ven podrirse de cuerpo y alma en esos cuartuchos enrejados de mala muerte.
«El preso» sigue vigente porque el drama no ha cambiado. Esta historia es un extracto de la que nos contó, a Sergio Santana Archbold y a mi, el querido Álvaro Velásquez, en desarrollo del proyecto editorial «Medellín tiene su salsa» (2014), editado por Marcela Restrepo para el Fondo Editorial de la EIA y que es un gran reportaje sobre la vida musical rumbera, salsomana y salsera de mi ciudad entre 1875 y 2014.
